22 jun 2015

Estar cuerdo es demasiado aburrido

Hoy creo haberme equivocado al sentarme en el parque de los sensatos. Debo reconocerlo. No me sentía bien, y quise saber de qué se trataba la cordura. Y, vaya caso lo que me pasó.
Aquella vez tuve el honor de ubicarme al pie de la señora cuerda. Y, presumí que se trataba de ella, porque tal vez la vi parada en su punto. Muy centrada en sus palabras, muy culta, muy sobresaliente en sus cosas. En todo caso me sentí extraño, pero alcancé a soportar. 
Será que no entiende lo que pienso. me dije. ni tampoco le interesa saber de mi dirección, ni a donde debo meter la cabeza para pensar en ella. Pero creo estar seguro de estar hablando con la persona correcta. y no era así. me sentía hablando con la que cree que su existencia es la más divina, con la que porta un disfraz de retazos. La que usa una capa falsa y no se ha dado cuenta.
Estar cuerdo es lo más aburrido que puede existir. volví a evaluarme. Y lo expresé a la ligera, tal vez porque no deseaba cargar con una cantidad de normas y bobadas, que aunque se ciñen a la piel, no son más que arandelas y tonterías robotizadas.

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-Hola señora cuerda. No me reconoce, soy yo, su amigo-le dije.

— ¡Uf, mi amigo!— me dijo, con cierto aire de grandeza. —Yo no lo cuento a usted entre mis amistades.
Después esperé a ver si me miraba y que va. No se atrevió. Era demasiada insolente, amargada, milimétrica. Entonces, seguí de largo para saludar al señor de-mente. Ese man si era un vacan.
—Quiubo parce—me dijo con una voz medio cantadita y sin conocerme. —Fumas o te haces el bueno.
—No, no fumo—le dije, y pensé que en esta vida, que al que pasa por bueno le dan por las malas.
— ¿Que pasa parce?
Yo permanecí callado, porque de verdad logré balancear la medida de nuestros hábitos. Ni muy loco que espante al santo, ni muy cuerdo que asuste al diablo.


 Saludos...

3 jun 2015

Cartas sobre un viejo tambor


Si tuviese el valor de escribir una carta. Lo haría. 
Sobre el pueblo más lejano, 
en donde la distancia no exija cuentas de más. 

 Si pudiera dibujar una estrofa. 
Lo haría, sobre un viejo tambor. 
Para que su estilo le aumente un poco su leve tonalidad. 

 Si pudiera dibujar una barca. 
Lo haría sobre el mar. Tan solo para que la sal borre las heridas de aquel viaje. 

 Si consiguiera encender un rayo de luz. 
Lo haría tan solo para alumbrar aquellas sombras del pasado...

29 jul 2013

Ser o no ser abeja



Ser o No ser Abeja

Capitulo I

No sé si alguien alguna vez habrá recibido la visita de una mariposa o de algún insecto antes de una sorpresa. De algún encuentro quizás con alguien, o de algún revoloteo, previo a una llamada inesperada. Pues si no te has percatado de ese suceso, creo que esta historia increíble te puede interesar. Pero sobre todo te va a mantener expectante del poder que poseen estos insectos para atraer tu interés. Obviamente, que primero debes empezar a despertar la sensibilidad de tu energía exterior.
Cuenta un hombre cómo conseguía atraer a sus desconocidas amantes a través de una diminuta abeja. La última vez que este hombre habló con una de sus clientes le dijo que minutos antes que entrara una llamada a su celular, primero tendría que mirar a este animalito revoloteando por su casa.
Y así sucedió, tal como se lo había descrito aquel hombre. Miró revoloteando al inofensivo bicho en su entorno, pero no imaginaba de quien se trataría. Pues, era la llamada de aquel viejo amor. Del que nunca pudo conocer su repentina desaparición.
—¿Esperabas el insecto?—le preguntó el adivino.
—Solamente vengo a cancelar mi deuda—le respondió ella, con un poco de convencimiento sobre lo que había adelantado aquel hombre. Ella contó que todo había pasado tal como se lo había formulado la última vez. Le explicó que el insecto apareció repentinamente fastidiando en su entorno, pero que no le había dado mucha importancia porque no estaba muy convencida de las palabras. Después de ese suceso pensó que el hombre se encontraba diciendo la verdad, y tuvo que rendirse a sus predicciones.
—No vine por la señal de la abeja—le dijo preocupada. —Sino por la del saltamontes—
—Sabía que llegarías solo por el saltador—
—Sí, aquí estoy, dispuesta a saber algo de ese insecto—


Al día siguiente llegó con un poco de retraso y, aun así logró entrar de primero, saltándose la numeración que cada uno compraba en el pasillo de aquel salón. Él la esperaba inquietantemente, y hasta había conseguido de forma atípica, acomodarle la cita desde el día anterior.
El Chamán le pidió que se despojara de su vestuario para realizar un examen completo. La muchacha sencillamente no encontró ningún reparo para obedecer. Así que fue conducida hasta el piso frío de la bañera y con su dedo apuntando hacia el platón, la convenció para que se introdujera en él. El agua estaba tibia y había tomado el verdoso de las ramas junto al olor amargo, las cuales todavía se encontraban dentro del recipiente. El vapor tibio cumplía esa otra función de acercamiento.
— ¡Mi cabello!—le dijo alarmada.
—No te preocupes—le respondió el hombre y le alcanzó una toalla para que se lo cubriera.
El hombre actuaba como un joven en su primera cita en el burdel. Tembloroso, pero seguro de lo que hacía. Así que la invitó a que tomara un sorbo de una infusión, para luego rociarle totumadas de agua tibia sobre los hombros y realizando un suave masaje sobre la espalda. Prontamente le aplicó el jabón de la suerte, el cual debía comprar en el mismo establecimiento, y antes de secarla, la azotó suavemente con las ramas que se encontraban dentro del platón. El hombre se centró especialmente sobre la región de las nalgas y la espalda. Además, fue a la única parte a la que le aplicó el jabón, y en donde conoció los limites de hasta dónde podía llegar.
—Cuantas vueltas dio la abeja—preguntó el hombre, mientras le alcanzaba la nueva toalla y le enseñaba los pasos a seguir.
—No sé, no pude dar cuentas de su aviso—le respondió la muchacha, mientras caminaba hacia el sillón de consultas.
Luego le roció un aceite sobre el abdomen y lo restregó con mayor fuerza sobre el pubis, realizando círculos con el pulgar sobre el triangulo del placer. Efectivamente, ella respondió a aquel estímulo, mediante repentinos erizos en su piel y al enrojecimiento de su cuerpo. El especialista sabía que mediante el vapor de la ruda y el masaje con aceite, era imposible la negación de su clientela. Le dio la vuelta para continuar la fricción con sus manos, sin descuidar el tamaño de aquel volcán, del cual solo requería combustible para explotar. Así que mediante un gemido excitante y una posición encantadora, autorizó al hechicero a que procediera. Solamente se limitó a su poseerla, porque las palabras empezaron a estorbar. Seguidamente, procedió a la posesión.
Después de varios minutos, ella se vistió y dio paso a la continuación de la consulta.
—Tú utilizas alguna ventana abierta durante el día—le preguntó el curandero.
—Si—respondió, con más interés que al principio.
—No te preocupes que va a llegar un trabajo para final de mes—
De repente, a la chica le atacó un desespero por marcharse y debió aplazar el cuestionario para otro día.
—Espera un momento—le habló con celeridad. —No abras la ventana durante dos semanas—
La muchacha giró de nuevo a sus palabras y le aseguró que así lo haría. Luego se despidió un poco más confundida que al principio. Pero contenta porque iba a conseguir un nuevo empleo.
                                      


                                               Continuará en el capítulo II
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